martes, 25 de octubre de 2011

SIMPLES REFLEXIONES

 Por Walter Edgardo Eckart
     Para ChacoMundo

Por estas horas, principalmente son tres las situaciones que están en el centro de la consideración política. Una, la aplastante e inédita victoria del oficialismo desde la restauración de la democracia. La segunda, la subterránea ubicación en la que ha quedado el conjunto de los sectores de la oposición. La tercera, una extensa serie de interrogantes y especulaciones sobre lo que pueda suceder en el futuro.

Lo primero no sólo es inobjetable desde el punto de vista democrático, institucional y social. Es -también- merecedor del más serio de los respetos, tanto hacia el oficialismo nacional como así también al electorado argentino que, soberanamente y sin tener que rendirle cuentas a nadie, quiso y produjo con su voto los resultados ya conocidos.

Y, en el ámbito parlamentario nacional, junto a la sensata advertencia que se hace sobre los peligros que conlleva la mayoría propia conseguida por el gobierno y sus aliados en ambas cámaras, conviene recordar –además- que también esos resultados son el fruto directo del sufragio del elector. Que el mundo político opositor, la prensa o los analistas no lo entiendan o –lo que es peor- no lo acepten y estén disgustados hasta con el propio pueblo por el destino que le ha dado a su voto para legisladores es, cuando menos, un infantilismo que poco tiene que ver, en realidad, con la eficacia del quehacer político, en el ámbito que le corresponde a cada cual, por parte de la propia oposición. Así se ha votado. Ese es el horizonte. En él y desde él deberán trabajar.

En cuanto a lo tercero -inquietudes, preocupaciones, preguntas y especulaciones sobre lo que pueda suceder de ahora en más- seguramente que éstas son las mismas que tiene el propio gobierno. Ningún gobierno quiere que le vaya mal. Es de común sentido suponer –entonces, y sólo por ejemplo- que, más allá del discurso mediático, el oficialismo está suficientemente alerta sobre las señales de peligro que emite la crisis financiera mundial, a sabiendas, obviamente, que recae sobre sus espaldas la confección de la mejor estrategia.

Sin embargo, ello no exime a ninguna fuerza política de –cuando menos- ofrecer su “formal” parecer y análisis sobre el tema. Porque si no lo hicieran, si algunos opositores, tal vez en su intimidad, llegaran incluso a preferir que Argentina fuera dañada por la crisis con tal de mostrar a la población las fallas del “modelo oficial”, entonces lo único que estarían haciendo es confirmar que nunca -y en ninguna instancia del proceso electoral de este año- fueron reales merecedores de un voto argentino.

Finalmente, y en cuanto a lo segundo, los diversos sectores de la oposición deberían reconocer que, en lo nacional y en lo provincial, las deficiencias para comunicarse con el electorado fue sólo uno de los elementos en juego. Y seguramente que esto influyó, pero no tanto como la falta de sensatez e inteligencia política de los principales dirigentes de las estructuras partidarias que, a la hora de definir sus líneas de acción, consideraron todo, hasta las tonterías y banalidades, pero descuidando -pareciera- las cosas más obvias, como por ejemplo:

- El real alcance territorial con el que contaba cada una de las agrupaciones en cada uno de los distritos provinciales y nacionales; y las posibilidades de ampliar dicho horizonte motivados por el legítimo entusiasmo de seducir a otros, con la conducta, la palabra y el gesto de sus simpatizantes, militantes, dirigentes y máximas autoridades, en vista de la contienda electoral que se avecinaba y desde la convicción que la mera antigüedad, trayectoria o triunfos pasados de una fuerza política ya no bastan, en estos tiempos, para hacer –como dicen en la jerga- una “buena elección”.

- El ejemplo de cualidades humanas, de efectividad y éxito político de algunos intendentes y legisladores, que supieron conquistar el beneplácito popular con bastante antelación al año electoral que finaliza, para tomarlos -al menos- como elementos orientadores de la oferta electoral que debían hacer.

- La existencia de líderes “naturales” que pudieron –y “debieron”- ser potenciados moral, intelectual y políticamente, manteniendo ciertamente sus ideologías y principios, pero con los pies sobre la tierra, aún cuando para ello hubiera hecho falta relegar a un segundo plano a los referentes de siempre que, desde hace años, tras cada derrota electoral, aseguran que reflexionarán desde la autocrítica sensata y saludable para terminar –sin embargo y finalmente- repitiendo la misma historia una y otra vez, atemorizando a algunos, espantando a otros y -tal vez especialmente- decepcionando cada vez más al pueblo, verdadero y único soberano de la nación.

Publicado en ChacoMundo.blogspot.com

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