domingo, 25 de marzo de 2012

¿Sintonía fina o el regreso de las recetas del pasado?
iProfesional.com Desde los controles del tipo de cambio y de las importaciones, hasta la reforma de la Carta Orgánica del BCRA y la inflación. Muchos son los condimentos hacen recordar a un modelo que, en el pasado, no dio buenos resultados  
Mucho habla la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de la "sintonía fina". Sin embargo, el término parece aplicarse a un conjunto de medidas que hacen recordar algunas recetas económicas de gobiernos pasados.
Muchas de las decisiones fueron ya probadas, sin mucho éxito, por el primer gobierno de Juan Domingo Perón, y en menor medida, a lo largo de la historia argentina, según una nota de La Nación.
La reciente reforma de la Carta Orgánica del Banco Central (BCRA) que aprobó el Congreso, que le dio a la autoridad monetaria mayor flexibilidad para financiar al Tesoro nacional y le otorgó facultades para redireccionar el crédito privado, remite para muchos economistas e historiadoresa lo que sucedió a partir de 1946. Entonces, según consigna Roberto Cortés Conde, historiador económico y profesor de la Universidad de San Andrés, se ampliaron los objetivos del BCRA y se lo habilitó a usar redescuentos (préstamos a los bancos) como principal instrumento en la política de apoyo crediticio a la promoción de las actividades económicas.
Claro que el gobierno peronista fue más allá de lo que pareciera ser la intención de la actual administración. Ya que se nacionalizaron los depósitos y el BCRA era el encargado, vía su política de redescuentos, de alimentar directamente de pesos a los bancos y así orientar el crédito, cosa que se hacía de manera completamente discrecional.
"Esto (por la reforma actual) es una reminiscencia de la reforma que hizo Perón -dice el ex presidente del BCRA Rodolfo Rossi-. El numen de la nacionalización de los depósitos fue el financiamiento al fisco".
La realidad es que el aporte que puede hacer ahora el BCRA al Tesoro tampoco es menor. En el presupuesto 2012, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner establece que el superávit primario aumentará en casi dos puntos porcentuales a 2,4% del producto bruto interno (PBI), una tarea que, de acuerdo con un informe del banco UBS, es casi "imposible" de lograr considerando que los ingresos están desacelerándose (en línea con la economía) y el gasto no baja a igual velocidad.
"Probablemente esto explica por qué el BCRA está siendo objeto de algunos ajustes", desliza el UBS, para quien no "suena descabellado" que se terminen usando en 2012 al menos entre u$s3.000 y u$s4.000 millones de reservas para financiar al Tesoro, además de los adelantos transitorios en pesos que habilita la nueva reforma.
El financiamiento del BCRA sería suficiente, según el UBS, para cubrir todas las necesidades financieras del año.
También en 1973 se reformó la Carta Orgánica del BCRA, y según el economista de la Fundación para el Cambio, Hernán Lacunza, el enfoque es muy similar al que se le dio ahora a la autoridad monetaria, e incluso hay algunas expresiones que se toman casi textuales en el texto aprobado en la semana por el Congreso, apunta la nota del matutino porteño.
"Financiar al Tesoro como uno de los objetivos centrales figura en ambos casos, la extensión de los límites al Tesoro es muy parecida, y lo que es casi textual es la posibilidad de orientar el crédito y de fijar las tasas de interés activas", detalla el economista.
Tanto la experiencia de los primeros años peronistas como la de los 70 no fueron muy buenas. Cortes Conde dice que la ampliación de objetivos del BCRA del 46 "abrió el camino a la larga y enorme inflación de la segunda mitad del siglo XX", mientras que hoy todavía muchos recuerdan la inflación de tres dígitos que azotó a la economía en los '70 y '80.
"El camino en este segundo mandato de Cristina es lo más parecido al primer peronismo -coincide Lucas Llach, economista de la Universidad Torcuato Di Tella-. Porque hay inflación interna del orden del 20%, un sistema de control de cambios y de control de importaciones muy fuertes, igual que en esa época".
La imposibilidad de acceder libremente al mercado de cambios es algo que los argentinos experimentaron casi por primera vez con Perón, aunque después se aplicaron en forma intermitente hasta los años '90.
Del mismo modo, el control total del comercio exterior comenzó con la crisis del '30, pero luego se intensificó en el primer peronismo. El Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI) era en esos años el encargado de comprar los productos más relevantes y venderlos al exterior. Paradójicamente, funcionaba en el mismo edificio en el que hoy está la Secretaría de Comercio a cargo de Guillermo Moreno, el encargado de controlar las importaciones.
Enrique Barreira, abogado especialista en comercio exterior, dice a La Nación que la idea del IAPI es similar a la de las declaraciones juradas de importación que fijó el Gobierno, aunque difiere en el método. En la actualidad, aclara, no se podría pensar en hacer un nuevo IAPI, porque hay muchos compromisos internacionales. Ese organismo, explica, se hizo en una época de posguerra, donde el grueso de las compras y ventas eran entre estados. Hoy esos pactos entre países casi no existen, porque se considera que es algo que deben hacer los privados.
Tras el cierre de la economía se dio un modelo industrialista de sustitución de importaciones que tiene una limitante fundamental, por la dependencia de la industria de la importación de bienes intermedios. "Allí la contradicción del modelo", dice Cortés Conde, en referencia a lo que se intentó hacer durante el peronismo, a mediados del siglo pasado. Aunque la analogía con la realidad actual es inevitable.
En ese entonces, al igual que hoy, el crecimiento de las importaciones estaba motorizado sobre todo por el déficit energético. Otra consecuencia, según Llach, de la falta de inversión extranjera en infraestructura producto de los desincentivos que generaban los controles cambiarios. "Traer inversiones a un país donde no es rentable exportar petróleo ni producirlo (por el incremento de los costos internos de una economía con inflación), entonces lleva a una crisis energética", explica el economista en la nota del matutino porteño.
Y es que también existían controles de precios internos y tarifas subsidiadas para poder contrarrestar el impacto de la inflación. A la usanza de Moreno, se controlaba a los almaceneros para que no se desviaran de la lista de precios oficiales y se valían de la ley de agio y abastecimiento para sancionar a todo aquel que osara a transgredir las órdenes del Gobierno.
"Tiene mucho que ver con un modelo populista de alimentar el consumo en detrimento de la inversión -sentencia Cortés Conde-.Tiene mucho rating, pero a la larga no se mantiene".
Malos resultadosPese a que el contexto es totalmente distinto al de mediados del siglo pasado (nunca antes se gozó del flujo de dólares que hoy se tiene gracias a la soja), las recetas que se usaron durante el primer gobierno de Perón y que hoy vuelven a ponerse a prueba no parecen ser suficientes para evitar las grietas que se están evidenciando en la economía.
En 2012, la actividad muestra señales de desaceleración, la inflación no cede (economistas privados la estiman para este año entre 20% y 25%) y el tipo de cambio se percibe cada vez más retrasado, con un dólar informal que el viernes se cotizaba casi a $4,90 versus los $4,38 del oficial.
Las importaciones, gracias a los controles de Moreno, cayeron en febrero 1% contra igual mes del año anterior, pero no lograron, según los últimos difundidos por el INDEC, revertir el problema de falta de infraestructura, dado que siguieron creciendo las compras al exterior de combustibles y lubricantes (19%).
"La experiencia muestra que estas medidas no funcionaron bien. La inflación no baja a pesar del control de precios y también es difícil que funcione el control cambiario; son medidas para una coyuntura que terminan siendo estructurales y dañan la confianza en la economía -opina Fernando Rocchi, profesor del Departamento de Historia de la Universidad Torcuato Di Tella-. El otro problema es que son relativamente fáciles de tomar, pero difíciles de revertir".
En 1952, acorralado con una tasa de inflación del 40% anual, Perón dio un giro en su política económica, y lanzó un plan de control fiscal, implementó un férreo control de los sindicatos, congeló los salarios por dos años y aplicó una política monetaria menos expansiva. Incluso intentó atraer inversión extranjera, negociando un contrato con la petrolera norteamericana Standard Oil, que no llegó a cerrar (que luego concretó Frondizi).
Pero, dice Llach a La Nación, "hoy parecemos en camino de construir lo que Perón después moderó con su plan de estabilización".
FUENTE:Publicado por www.iprofesional.com

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