sábado, 25 de agosto de 2012

Democracia vigilada. ¿Creemos en el Sistema o en las personas?

PdeqDigital
IlustraciónDisculpen que los aburra. Quienes no quieran plantearse esta pregunta, mejor no pierdan el tiempo leyendo. Quienes piensen que la objetividad absoluta reina en el espíritu de quien escribe, mejor no pierdan el tiempo leyendo. Quienes crean que segundas intenciones puedan habitar en estas reflexiones, muy reflexionadas (no es un error, es una redundancia escrita a propósito) no pierdan el tiempo leyendo.
¿Por qué?
Porque quienes no se quieran plantear una respuesta a esta pregunta honesta, no merecen siquiera vivir en una Democracia de la que no sean capaces de ser protagonistas. Porque la objetividad absoluta es tan imposible como pedirle a un ser humano que no tenga convicciones, excepto que sea un cínico o un sociópata. Porque quienes crean que todo, absolutamente todo, tiene que tener segundas intenciones, es un descreído que tampoco creerá en el sistema en tanto el sistema no le de lo que cree que merece y precisa.
Estos días se habla mucho de que debemos reformar la Constitución porque no hay mejores hombres o mujeres para conducir los destinos del país. Y esto, es una mentira que ni la oposición tiene la convicción para desmentirla.
Quizás y muy probablemente porque en el fondo les encantaría estar en lugar que está la Presidente para poder intentar ajustar todo a sus necesidades personales. De la misma forma que lo hacen en sus partidos de origen, en donde, en muchísimas casos se necesitan fórceps para que hagan el más mínimo lugar a nuevas generaciones. Y cuando hablo de generaciones no hablo de gente más joven, hablo de gente sin anquilosamientos en estructuras pétreas que prefieren perder antes que intentar cambiar en algo sus pequeñas porciones de poder.
La Democracia se enriquece con la alternancia. Pero no alternancia de los partidos sino la alternancia de los hombres y mujeres que los contienen. En los países serios, aún con todos sus errores, hay algo que no entra en discusión, los líderes tienen períodos de tiempo. Pasado este, serán referentes de preguntas, expositores internacionales de su experiencia, escritores de su paso por el poder, pero nunca, nunca, transformarán el sistema en un servicio de sus personales ambiciones de continuidad.
Hacerlo, implica poner el sistema como una formalidad engañable que satisfaga las veleidades personales y grupales, vaciando de contenido auténtico la esencia misma de la Democracia. Cuando los griegos (más tarde los romanos) pensaron el sistema, lo pensaron y lo concretaron buscando esencialmente evitar las desviaciones que los hombres habían concretado, transformando la Aristocracia en Oligarquía y las Dictaduras (que por aquellos siglos era un hombre nombrado con la suma de los poderes por un plazo fijo y corto predeterminado) en Tiranías o en Emperadores.
En otras palabras; la Democracia siempre se concibió como:
• Un SISTEMA que evitara o limitara las humanas debilidades por la permanencia en el poder.
• Un SISTEMA que estimulara la participación de los ausentes y no que petrificara la presencia de los poderes de turno.
• Un SISTEMA que se enriqueciera por la estimulación de la renovación no por la cristalización de lo existente.
• Un SISTEMA que estimula a los jóvenes porque les muestra la posibilidad de construir un camino propio y no el atajo de depender de lealtades que suenan más a esclavitud que a principios profundos de identificación.
• Un SISTEMA que alienta la creación de ideas superadoras de los fracasos del pasado, más que la alimentación de resentimientos por los fracasos propios.
• Un SISTEMA que se define por la posibilidad cierta de la alternancia. Concebida esta como un factor de enriquecimiento más que como una pérdida de beneficios económicos y judiciales.
• Un SISTEMA que estimula la división de poderes, el control que esto supone ante las tentaciones de conductas autoritarias y no la subalternización de cualquiera de estos poderes a uno de los mismos.
Hoy, estos conceptos parecieran estar en riesgo. Especialmente por la constante y persistente práctica de conductas hegemónicas y la instalación de un miedo sutil –aunque cada vez menos “sutil”- desarrollado a partir de utilizar los componentes del Estado como elementos de disciplinamiento político, empresarial, sindical, judicial y periodístico. Se afirma que existe el derecho a expresarse con libertad pero se recurre a organismos como la AFIP, órganos periodísticos militantes u organizaciones para estatales afines o propias, para difamar, estigmatizar, descalificar y agraviar a quienes se expresan en contrario a la verdad oficial.
Theodore Roosevelt (1858-1919) decía… “Una gran democracia debe progresar o pronto dejará de ser o grande o democracia.”
Este es el camino a recorrer sino queremos caer en el pesimismo de mediados del siglo XIX del Filósofo francés Proudhon cuando afirmaba… “La democracia no es más que un poder arbitrario constitucional que ha sustituido a otro poder arbitrario constitucional.”
Cada ciudadano debería reflexionar sobre esto si queremos seguir transitando el camino de la libertad y no condicionarlo a las estrecheces que se plantean desde algunos sectores del poder existente. Especialmente cuando expresa que combate a los poderosos siendo de hecho los más poderosos que recuerda nuestra joven democracia.
Lic. Rodolfo Patricio Florido FUENTE:-  PdeqDigital

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