viernes, 19 de octubre de 2012

EL CAMPO ES EL PILAR QUE SOSTIENE UNA ECONOMÍA EN PROBLEMAS 
El dispendio de los dineros públicos se refleja en administraciones ineficaces, medidas improvisadas, manejo discriminado de los recursos fiscales, financiamiento del aparato propagandístico y medios adictos, crecimiento constante y desmedido de los gastos del Estado, etc.   Por: Aldo Norberto Bonaveri
Quien medianamente esta interiorizado sobre la marcha de la economía puede advertir que las variables no son precisamente halagüeñas. Dicho esto no pretendo ser tremendista, ni mucho menos pronosticar catástrofes; simplemente la intención es repasar el comportamiento que están evidenciando las cuentas públicas, con referencia a ingresos y egresos, los agujeros onerosos de las finanzas nacionales y, sobre en que sectores recae el peso del financiamiento de los desajustes.
Evidentemente que en algunos rubros el saldo negativo es permanente y justificado, ya sea por insuficiencia natural o tecnológica en la producción de bienes específicos e insumos básicos. En cuanto a recursos disponibles, es normal que en la vida de un país se produzcan determinados déficits en ciertos indicadores de la economía, en ocasiones son consentidos para evitar consecuencias más gravosas en otras áreas, pero se torna preocupante cuando los desequilibrios se acrecientan, se convierten en crónicos y, en consecuencia cada vez más difícil de enmendar, sin generar sobresaltos en distintos segmentos de la sociedad.
En Argentina entre otras cosas, padecemos una marcada distorsión en el valor de las tarifas de los servicios públicos y precios de los combustibles. El congelamiento justificado cuando salimos de la convertibilidad, se fue extendiendo mucho más de lo aconsejable, y ello derivó en un engaño tremendo en la población sobre los verdaderos costos de esas prestaciones y, por añadidura del alcance de los salarios. Para sostener semejante desacople con relación a los precios internacionales el Gobierno se vio precisado a instrumentar un festival de subsidios, los que crecieron progresivamente y el año pasado le costaron al país la friolera de $ 72.000 millones de pesos.
Ante la magnitud alcanzada, desde el poder se intentó efectuar recortes significativos que equivaldrían a $20.000 millones; cabe recordar que al finalizar el 2011, el ministro Julio De Vido anunció que quitarían las subvenciones a determinados sectores más favorecidos, para ir agregando posteriormente otros segmentos más numerosos. Si bien la medida se concretó en los primeros incluidos, el Gobierno optó por dar marcha atrás con quienes seguían en la escala, habida cuenta el reclamo generalizado que se planteó ante incrementos que iban del 300 al 500%. La repercusión era previsible, el grueso de la población se acostumbró a tener facturas subsidiadas y en virtud de tal prerrogativa incrementó inconsciente desmedidamente los consumos. Tal ecuación retroalimentó un círculo vicioso; el consumidor perdió la percepción de los costos reales, el Estado debió hacerse cargo cada vez más de una demanda onerosa, a la vez que las empresas prestadoras de los servicios al no actualizárseles los montos en función de la implacable inflación, hoy se encuentran prácticamente quebradas, tales los casos de EDENOR y EDESUR entre otras.
El dispendio de los dineros públicos se refleja en administraciones ineficaces, medidas improvisadas, manejo discriminado de los recursos fiscales, financiamiento del aparato propagandístico y medios adictos, crecimiento constante y desmedido de los gastos del Estado, etc.,
La sumatoria del déficit de Aerolíneas Argentinas y Austral ascendió en 2011 a $ 3.340 millones, una cifra semejante a la reclamada el año pasado como deuda del Estado Nacional con tres provincias: Córdoba, Santa Fe y Corrientes. Para este año las líneas aéreas requerirán subsidios próximos a los $ 4.000 millones. Si nos detenemos a pensar que sectores viajan normalmente por avión, cabe preguntarse ¿Será esto la redistribución del ingreso?.
Los desmanejos y la carencia de un política energética nos llevó a perder el autoabastecimiento de petróleo y gas y, en consecuencia a desembolsar este año por importaciones u$s 12.000 millones. ¿Se puede ser tan obstinado y no corregir el rumbo ante tantos fracasos, pese a las advertencias de los especialistas?. Recientemente Julio De Vido admite que retrotraer la situación le llevará al país al menos 7 años.
El déficit financiero registrado en la primera mitad del año trepó a $ 3.766,6 millones, 13,9% superior al ocurrido en el mismo lapso del año anterior. No obstante corresponde hacer la salvedad que dicho desequilibrio se produjo pese a un auxilio de $ 7.285,4 millones por giros del Banco Central y la ANSES, por lo que realidad, el primer semestre cerró con un déficit financiero de $ 10.633,6 millones, casi cinco veces superior al originado en igual período del 2011, que por entonces fue de $ 2.169,9 millones.
Otra muestra del deterioro de las cuentas fiscales lo marca que los gastos vienen subiendo a una tasa promedio del 35%, mientras los ingresos crecen alrededor del 25%, grieta que resultará difícil de reducir si la recaudación no mejora en los en el último trimestre, si esto no sucede el déficit financiero podría superar los $ 65.000 millones. En consonancia con ello los cálculos de las necesidades de financiamiento podrían instalarse en aproximadamente unos 55.000 millones de pesos, algo así como 2,2% del PBI. Ello sumado a las necesidades financieras estimadas hasta que expire el 2012, el total que debería cubrir el Estado Nacional durante todo el año en curso se ubicaría próximo a los $ 83.000 millones.
Otro problema que el Gobierno no puede resolver es la pérdida de competitividad en la que está inmersa la economía nacional, mientras los países de la región vienen abaratando sus monedas, nuestro país la encarece. El peso esta sobrevaluado, registrando alzas del orden del 8% en el valor del dólar, frente a casi el 30% del real y al 27% de la inflación, el tipo de cambio oficial está peligrosamente atrasado; si bien el alza operada en los granos viene disimulando en parte las consecuencias, las exportaciones industriales y las economías regionales han dejado en gran medida de ser rentables. Lo que a la postre es paradójico, cuando desde el corazón del poder se hacen ingentes esfuerzos para minimizar las importaciones. Seguramente una devaluación, que es tan necesaria para el sector productivo, traería aparejado problemas para los asalariados, la distorsión ocurrida en los últimos años, donde a la postre ha generado una inflación creciente en dólares, es producto de la ineficiencia e impremeditación de quienes tienen la responsabilidad de gobernar. Resulta difícil entender que el alza constante de los precios internos a una velocidad de más del doble de la tasa de depreciación monetaria.
Los esfuerzos por sostener el consumo interno, algo auspicioso pero complicado en el contexto actual y, el índice de inflación están llevando al Banco Central a una emisión de billetes tal, que supera todas las previsiones pergeñada por la propia entidad al comienzo de año. La dimensión de la expansión monetaria ya superó el 40% anual; tan alto nivel de emisión no hace más que retroalimentar la suba de precios y profundizar la espiral del dólar paralelo.
El enfriamiento de la economía repercutió sobre los planes de contratación de las empresas, que se aletargaron desde el segundo trimestre del año, asimismo crecieron otros mecanismos de ajuste del mercado laboral, tales como la cantidad de suspensiones, disminución de horas extras, anticipo de vacaciones y vacantes no cubiertas.
El principal costo de los erráticos manejos de la economía lo esta absorbiendo la producción agropecuaria, la que directa o indirectamente se ve jaqueada con más obligaciones fiscales, aumentos porcentuales de impuestos, importaciones de insumos con incremento en sus costos e intenciones que acechan con más tributos.
Los controles a la producción son cada vez más estrictos. Ya eran densos y últimamente han pasado a resultar en una tarea ingente exigida al contribuyente. Para poder comercializar es menester regirse con específico modelo de carta de porte, formularios exclusivos para liquidar ventas, registros de contratos, códigos de trazabilidad y operación de transporte, proporcionar información a la AFIP de existencias y hectáreas sembradas y, recientemente confeccionar una cuenta corriente granaria, a través la cual se impone la obligación de comunicar lo cosechado de cada grano, a medida que se va realizando la recolección. De manera tal, que el organismo de control, verificará (previo de autorizar la comercialización de los mismos) la existencia real del productor, pues la información debe acontecer antes del traslado o celebración del contrato de compra - venta.
Cabe consignar que de incurrirse en omisiones en el cumplimiento pertinente en la comunicación los datos antes señalados, o la inexactitud de los de los mismos, se sancionarán a los responsables con restricciones en el expendio de cartas de porte, impedimento de registrar los contratos para concretar la comercialización de su producción y suspensión en el registro de operadores de granos.
Los derechos de exportación, vulgarmente denominados retenciones, con alícuotas en algunos casos rayando con lo confiscatorio, tales como en soja y girasol; constituyen impuestos a la producción que impden deducir costos de insumos, siembra, recolección, comercialización, alquileres o arrendamientos, transporte y administración.
Los tributos provinciales, especialmente el inmobiliario rural, están adquiriendo una relevancia gravosa significativa, el incremento abrupto de los cargos es la “solución” adoptada por gobiernos como los de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos, para hacer frente a los déficits económicos, generados en gran parte por la pérdida de incidencia los impuestos coparticipables, que porcentualmente han cedido espacio a razón del 50% ante el erario nacional.
Semejante presión fiscal viene siendo asimilada dado los excelentes precios internacionales que en los últimos años alcanzan a la producción. Tanto viento a favor, no ha sido aprovechado por un Gobierno cada día más sediento de recursos. ¿En Balcarce 50, nunca se habrán preguntado como se arreglarían si las cotizaciones se retrotrajeran a diez años atrás, o en su defecto a cualquiera de las posiciones de los últimos 50 años del siglo pasado?
ENVIADO POR MAIL POR SU AUTOR DE PREGON AGROPECUARIO

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