miércoles, 13 de febrero de 2013

Copia de Enrique y Ale Grau.jpgLa Soberbia Mentira
Por Enrique Guillermo Avogadro
“El tiempo de engañar a los hombres de acaba” Pedro I de Brasil.
Cuando vi por televisión la última cadena nacional que nos propinó la señora Presidente, aún sabiendo que estaba mintiendo en forma descarada, no pude menos que asombrarme por la inteligencia con que presentaba el tema del inexplicable memorándum de entendimiento que había ordenado al ex Twitterman firmar; una nueva Cristina, toda seria y condescendiente, sin gritos ni insultos, se presentaba en sociedad con aires de estadista. Nadie podía pensar que fuera el propio Irán quien, tan solo dos días después, la desnudara y la mostrara tal como es, alguien sin escrúpulos de ningún tipo, capaz de utilizar cualquier método, aún la muerte de tanta gente, para servir a sus ignotos deseos personales.

Sorprendió esta mañana la declaración de un miembro de su Gobierno que, ratificando cuanto han dicho los opositores argentinos y las organizaciones de la comunidad judía local, dejó claramente establecido que, de producirse el viaje de Canicoba Corral y de Nissan a Teherán, sólo podrán mantener con los funcionarios persas imputados de la comisión de los atentados un diálogo amistoso ya que, en ningún caso, podrán éstos ser obligados a prestar declaración indagatoria. Todo eso torna aún más oscuras las razones que llevaron a doña Cristina a ordenar la firma de este curioso memorándum, que seguramente será convertido en ley y elevado a rango constitucional por imposición de las mayorías oficialistas en el Congreso.

Me llama la atención que ambos funcionarios judiciales no hayan formulado protesta alguna, o simplemente renunciado, cuando todo el proceso judicial llevado a cabo aquí por ellos ha sido puesto en duda nada menos que por la señora Presidente, quien ha aceptado que sea revisado por una futura “Comisión de la Verdad” que, a esta altura, nadie sabe quién compondrá ni cuáles serán sus exactas funciones, salvo anular los pedidos de captura internacionales vigentes que Interpol ha librado contra los iraníes.

Si esta es la conducta de quienes rodean a la viuda de Kirchner, que nuevamente han dedicado toda su actividad a humillar a la comunidad entera, no puede sorprender que les resulte imposible caminar por la calle como cualquiera de nosotros, sin recibir la condena social traducida en los famosos escraches. Carlotto, Guita-rrita Boudou, el Gay-ísimo Oyarbide, Patotín Moreno y Kiciloff pueden dar fe pública de ese desagrado general que los rodea.

El oficialismo y muchos inocentes argentinos se rasgaron las vestiduras cuando el Pende-viejo fue increpado frente a sus hijos en Buquebus; sin embargo, nadie comparó lo sucedido con la famosa arenga de la viuda de Kirchner en la EsMA, cuando imputó falsamente a la señora de Noble de apropiarse de sus hijos adoptivos y llegó hasta ofrecerse a acompañar a la Abuelérrima a los Tribunales internacionales si los argentinos no le daban la razón. Al negar que los escraches que se practican, diariamente, desde las tribunas oficiales –sean éstas discursos presidenciales, tribunas de doña Hebe o programas pseudo periodísticos- son enormemente más graves que los que hacen los particulares, cuando éstos carecen de otro canal de expresión, convalidan la teoría de los "dos demonios”, es decir, aquélla que la Justicia tuerta niega, ocultando, tras un manto de impunidad, a los asesinos que pusieron bombas y mataron e hirieron a tantos ciudadanos, con o sin uniforme, en la década de los 70’s y que hoy ocupan cargos relevantes en el Gobierno nacional.

A la confirmación iraní acerca de la catadura moral de la señora Presidente, un hecho que debe preocuparla un poco, se han sumado otros dos, uno confirmado y otro potencial, que han generado un enorme malhumor a la ocupante de la quinta de Olivos. Me refiero, obviamente, a la coronación de Máxima Zorreguieta como reina de Holanda, y a la posibilidad de Jorge Bergoglio de convertirse en Sumo Pontífice tras la inesperada renuncia de S.S. Benedicto XVI.-

Que la hija de un señor al cual la venganza desatada contra cualquiera que haya sido funcionario del proceso militar se transforme en la figura más relevante de Europa, produjo en doña Cristina un desagrado tal que le impidió celebrar la noticia, que tanto alegró a sus compatriotas, ni siquiera en las redes sociales, a las cuales se ha mostrado recientemente tan afecta. Las “luces del centro” del mundo siempre han encandilado a la señora Presidente, que las ha utilizado para exhibir todas sus alhajas y mostrar a todos, en especial a sus pares, cómo alguien puede enriquecerse tan rápido en la función pública; el haber sido desplazada de su lugar como argentina más famosa por una joven, mona y, además, legítimamente tan rica, no pudo más que modificar la respuesta que, hasta ahora, le devolvía el espejo infantil.

Pero la posibilidad de que su enemigo número uno en la jerarquía eclesiástica nacional o Monseñor Sandri –el otro prelado argentino considerado papable, también amigo de sus antecesores en la Casa Rosada- se puedan transformar en el próximo jefe espiritual de la cristiandad, reviste características más profundas y, por supuesto, más graves. Ya no bastará, si el cónclave elige a uno de ellos, con inventar Te Deum en el interior para evitar asistir a la Catedral metropolitana y verse obligada a escuchar las sensatas críticas del Cardenal Bergoglio sobre la realidad nacional; a partir de entonces, seguramente las obligadas visitas al Vaticano serán cosa del pasado, ya que el tradicional saludo debería ser hecho a alguien que conoce demasiado bien a la Argentina y, por tanto, es reacio a creer en relatos.

Los problemas económicos gravísimos, exclusivamente generados por la torpeza de sus funcionarios pero, básicamente, por la ideología nefasta de quien toma las decisiones, están conformando la tormenta perfecta que llevará a la Argentina al centro mismo de un huracán de consecuencias inéditas. Tal vez, cuando la calma finalmente llegue, descubramos que lo bueno de los vientos que tantos daños habrán causado será que, también, se habrán llevado algunas de las causas de nuestra decadencia al cajón final de la historia.
ROU, 12 Feb 13
Enrique Guillermo Avogadro
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