domingo, 28 de abril de 2013

Copia de Enrique y Ale Grau.jpgJUNTANDO FÓSFOROS
Por Enrique Guillermo Avogadro



“Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan decir que somos quien somos, nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno. ¡Estamos tocando el fondo, estamos tocando el fondo!” Gabriel Celaya
Detrás de los telones del bochornoso espectáculo montado por el cristinismo en el Congreso para aprobar, en tiempo record, a libro cerrado y con fraude la orden de asesinar la República, quedaron ocultos los muertos de Once y de las inundaciones de La Plata, la multitudinaria marcha del 18A y, en alguna medida, hasta el juego de corrupción desaforada que Kirchner patentara y que Lanata pusiera en nuestras hogareñas pantallas; en este caso, es menos grave, ya que el periodista volverá a hacer impacto, esta misma noche, bajo la línea de flotación del “relato”.

Sin embargo, como pasó con todas las batallas que el oficialismo ha encarado, revistiéndolas de una épica que la injustificable riqueza de sus generales desmiente, más temprano que tarde ésta terminará en un fracaso, y sólo habrá servido para que doña Cristina gane unos días en su inexorable camino hacia el derrumbe final. El 7D, la Rural, la 125, el derrocamiento de Scioli y de Peralta y, sobre todo, la irresponsable e ineficaz manera en que se conduce la economía, han sido los hitos que han marcado ese derrotero, que tendrá un trágico costo para la Argentina del futuro inmediato.

En agosto deberíamos concurrir a las urnas para votar en las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, que este año –salvo que la Corte Suprema lo impida- implicarán elegir también a los candidatos a futuros miembros del Consejo de la Magistratura (con el país como distrito único, otra trampa electoral del kirchnarismo). En la Argentina, y el 2011 fue una demostración, las PASO funcionan como primera vuelta; recuerde el lema “Cristina ya ganó”. Si en cualquiera de las provincias “seguras” el oficialismo no pudiera exhibir una abismal ventaja numérica sobre el segundo más votado, lo natural sería que éste nucleara tras de sí a toda la oposición, repitiendo así lo sucedido en 2003, cuando Menem venció a Kirchner pero desistió de presentarse a la segunda vuelta.
Como el Gobierno es consciente de estos detalles, está muy preocupado, en especial porque carece de personajes convocantes, a punto tal que en la Casa Rosada se baraja la posibilidad de que doña Cristina encabece, por supuesto en forma testimonial, la lista de candidatos al Consejo de la Magistratura, con lo cual su nombre estaría en las boletas de todas las provincias. La oposición ha entendido el riesgo de este artilugio, y está intentando unificar también su oferta electoral en esta materia.

Debemos reconocer, en el Gobierno, una cuota de locura extraña: está en medio de un año que, sin dudas, será el más complicado de su vida política y, pese a ello, no hace más que castigar y agraviar, sin escrúpulos, a su propia base electoral. Divorciado, ya sin remedio, de las clases medias, su natural refugio debería encontrarlo en el mundo de pobreza e indigencia que ha creado para cautivarlo con sus dádivas clientelísticas y, sin embargo, quienes lo habitan son apaleados diariamente a través de la inflación y del fracaso rotundo del “modelo” económico implementado desde la chiquitísima mesa de Olivos.

La escasez de recursos financieros ha llevado a una marcada incapacidad de la Casa Rosada de mantener a salvo de ese deterioro a los planes sociales, ya que los pocos que aún existen se utilizan para subsidiar el consumo de los más ricos –combustibles, pasajes aéreos, dólar turista, automóviles importados, etc.- y la ya alucinante corrupción de la cual la televisión ha exhibido sólo una pequeña muestra. Y el inocultable agravio llega de la mano del Indec, que esta semana se dio el inexplicable lujo de sostener que la miseria ha desaparecido en varias provincias argentinas; tal vez se deba a la reticencia moral del pobre Lorenzino, nuestro invisible Ministro de Economía, el demoledor papelón que protagonizó ante la prensa internacional.

Como estuve presente en las tres protestas que protagonizó la ciudadanía el 13S, el 8N y el 18A puedo sostener, sin temor a equivocarme, que fue la última la que mayor componente de sectores humildes mostró, sobre todo a partir de la confluencia de las diferentes columnas en el Obelisco porteño, antes de marchar hacia la Plaza de Mayo, primero, y el Congreso. Sin colectivos, dinero o choripán, muchos marginados del conurbano salieron a manifestar su repulsa a un régimen que enriquece a sus funcionarios y a sus amigos, que exhiben con grotesca impudicia sus aviones, sus fiestas y sus automóviles y “pesan” el dinero porque resulta más práctico que contarlo; el merecidamente envidiable aparato de comunicación del Gobierno cometió, esta vez, un incalificable error cuando, para intentar reducir su impacto, llevó el escándalo a las pantallas de quienes, habitualmente, no ven programas políticos, por más cómicos que éstos sean.

El mismo individuo que fue el instrumento utilizado por don Néstor (q.e.p.d.) para llevarnos a la terrible crisis de energía en la que nos encontramos, para cobrar monstruosos sobreprecios en la obra pública, para armar los monumentales negociados con Venezuela y, al menos en los papeles, ser responsable del crimen de Once, con sus cincuenta y un muertos y más de setecientos heridos, el inefable Julio de Vido, que será el nuevo blanco de Lanata esta noche, sin siquiera ponerse colorado atribuyó a los deseos a viajar a Miami que más de dos millones de argentinos salieran a la calle.

El 24A, mientras la sucesiva presencia de los gremios y de la ciudadanía en general gritaba ¡basta! en la plaza, el oficialismo destruía a la República y a la democracia en el interior del Congreso, demostrando un imperial desprecio por el clamor de sus gobernados; resultó por ello muy acertada la frase de Oscar Aguad al resaltar que la bancada oficialista tenía miedo a la masa y vallaba el edificio, demostrando así que no era peronista a pesar de su disfraz.

Preguntas básicas se imponen: si usted fuera nuevamente candidato a algo, sea presidente de un club, de una asociación vecinal o a diputado, ¿dedicaría toda su actividad diaria a insultar a sus votantes y a despreciar su inteligencia?; cuando quienes integran su capital político sufren por alguna razón, ¿demostraría usted que medios non sanctos le permiten estar al margen de ese sufrimiento?; mientras todos protestan, ¿utilizaría una visible maza para derrumbar el edificio de su club? Evidentemente, si lo hace es porque los votos han dejado de importarle y ya está pensando en otra forma de conservar el poder; sólo tendrá dos alternativas: el fraude o la violencia.
Como todos somos conscientes de lo que ocurrió en la elección tan cuestionada de Venezuela, presumo que los partidos políticos de oposición se pondrán de acuerdo para contratar a un equipo informático que pueda imposibilitar el fraude. Sólo resta saber, entonces, como hará el Gobierno para incendiar Roma.
Bs.As., 28 Abr 13
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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