domingo, 9 de junio de 2013

Por Enrique Guillermo Avogadro

Calesita Estrellada
“Ninguna vela, pertenezca a quien pertenezca, se mantiene encendida hasta la madrugada”. I Andrić
A esta altura de la vida de nuestra enclenque democracia, por cierto cada vez menos republicana, llama poderosamente la atención que quienes se titulan opositores al “modelo” continúen desarrollando comportamientos tan negativos. Por un lado, la centro-derecha se resiste a adoptar, para sí misma, el procedimiento elegido por la centro-izquierda para organizar las posibilidades electorales de cada candidato en las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias; tal vez, se deba a que, en esta rara Argentina que tanto ha devaluado palabras, nadie quiere asumirse como “derecha”.
Por otro, todo el arco político, oficialismo incluido, sigue pendiente de la decisión personal de dos funcionarios kirchneristas:Lancha y Colgate; es cierto que son quienes mejor “miden” hoy, pero no lo es menos lo que la situación dice acerca de la falta de vigencia de los partidos y de la inveterada búsqueda de caudillos. Nótese que ninguno de ellos –en realidad, ningún candidato salvo, claro está, quienes buscan eternizar a doña Cristina para continuar la “década sin fracasos”- ha esbozado siquiera un atisbo de plataforma electoral.
Ignoro si eso es importante o no, ya que todos sabemos cuán poco vale, en estas tierras, la palabra empeñada durante las campañas electorales. Por lo demás, también debemos recordar que, prácticamente en todo el mundo, se han adoptado gurúes capaces de inventar, a través de los medios de comunicación, candidatos que, en realidad, son sólo envases cuyo contenido no existe y deberá ser creado después. En el siglo XXI no parece haber fidelidad a partidos –más allá de las tradiciones del estilo Boca o River- sino a personas, y sólo mientras éstas puedan llevar a los bolsillos ciudadanos tranquilidad y prosperidad.
Aplicando ese razonamiento a nuestra conflictiva realidad, y ya que carece de la magia necesaria para lograr acercar remedios milagrosos a un pseudo-modelo económico que no hace más que agua por los cuatro costados, el Gobierno pretende enmascararla detrás de actitudes o pretensiones que se han transformado en sucesivas capas de torero contra las cuales todos embisten, aún sabiendo que son meras ilusiones ópticas.
Así, para ocultar la terrible y creciente crisis energética, verdadera causante de la sangría de dólares, desplegó la ofensiva contra el grupo Clarín, que llegó con la pólvora mojada al 7D, imaginado por la señora Presidente como fecha fundacional; luego, ya en enero, recurrió a la tentativa de hacerse de la Rural de Palermo, que tampoco pudo prosperar. Llegó el turno de la Justicia y su falsa “democratización”, aprobada en trámite express por el ex Hº Congreso, que no llegará a buen puerto, y el patético mamarracho del frustrado traslado de la estatua de Colón a Mar del Plata da cuenta de la escasez de artilugios que afecta ya al procedimiento idealizado.
Un párrafo aparte merece la increíble lista de los quinientos productos que, por ser considerados de primera necesidad, Patotín ha acordado con los supermercados congelar: frente a una leche, dieciséis tinturas para el pelo; ante tres cortes de carne, catorce cremas de depilación y dos líquidos para lustrar platería. Si la inflación descontrolada no fuera una verdadera catástrofe, especialmente para los más pobres, este episodio podría entrar en una antología de la estupidez humana. Casi tanto como modificar el horario de los partidos de fútbol, imaginado como remedio para evitar que el gran público conociera más escándalos de corrupción.
La desesperación y la furia de doña Cristina frente a la realidad, que no permitirá la continuidad del régimen, al menos por medios democráticos, la llevará a adoptar actitudes cada vez más extremas. No parece sensato pensar que quienes la rodean, y que ven peligrar libertades y fortunas, permitan una sucesión que sólo garantice indemnidad a la jefa, y ningún otro pacto en ese sentido podrá ser cumplido después de la debacle, ya que la división y el odio con los que han conseguido inocular a la sociedad lo admitirán.
Corren rumores que hablan del inmediato desconocimiento, por parte del Poder Ejecutivo, de un fallo de la Corte que declare la inconstitucionalidad de dos leyes que el Gobierno considera fundamentales: el voto político y partidario para los integrantes del Consejo de la Magistratura, para domesticar a los jueces o echarlos, y la formidable limitación a las medidas cautelares, clave para su guerra contra el grupo Clarín. Si esas versiones transformaran en realidad, el supremo Tribunal deberá pedir al Congreso el inmediato juicio político de la señora Presidente, ya que ésta estaría al frente de un golpe de estado de inusitada gravedad.
Hoy, la creencia en la supresión de las primarias –las P.A.S.O.-, que se imaginó en estas columnas hace mucho tiempo, ya se ha hecho carne en la mayoría de los políticos y de los periodistas; no es para menos porque, de realizarse, serían un instrumento formidable en manos de la oposición y en nada favorecerían al Gobierno, que no puede encontrar siquiera a alguien potable que encabece la lista de candidatos a diputados en el distrito clave, la Provincia de Buenos Aires.
Pero, al menos por ahora, todos están convencidos que sí se realizarán las legislativas de octubre; como usted sabe, también de ellas descreo. Un periodista de fuste, como James Neilson, dijo ayer en la revista Noticias: “… si Cristina reacciona frente a las malas noticias exhortando a sus simpatizantes más fanatizados a contraatacar por todos los medios, nos aguarda una etapa convulsiva”.Conociendo usted el carácter irascible de la señora Presidente, ¿cómo cree que reaccionará?
Porque lo real es que los platos de sopa de sapos -criados por ella misma- que ha debido tragar doña Cristina prácticamente desde que asumió la Presidencia no han terminado aún de salir de la cocina. En lo inmediato llegarán algunos conteniendo grandes ejemplares, como las candidaturas y la reforma judicial, que se le atragantarán con mayor fuerza debido, precisamente, a lo breve de los plazos que median hasta las programadas elecciones.
La Argentina es un país con historia circular, que repite al infinito los mismos errores. Sólo espero que, más allá de las balas discursivas a las que el Gobierno nos tiene acostumbrados, no debamos volver a la sangrienta realidad de los 70’s.
Bs.As., 9 Jun 13
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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