viernes, 26 de julio de 2013

EL PAPA FRANCISCO

María Celsa Rodríguez
Por María Celsa Rodríguez
Desde que el Papa Francisco llegó al Vaticano ha producido un baño de  fe en muchos católicos  que se habían mantenidos alejados de la Iglesia.
Trajo esperanza y la liberó del protocolo en el trato con la gente.
Ya que quien está al frente de la Iglesia no puede estar en oposición a sus propias ideas y principios, y eso ha hecho Francisco, - seguir el protocolo sería ser contrario a si mismo-. Su humildad, su sencillez y su apertura espiritual lo hacen popular, porque no gestiona la fe desde el báculo sino desde el alma.

Con su sonrisa cálida y su mirada sincera, cautivó a todos. Porque ha sabido leer el corazón humano y esto le ha permitido conquistar a las multitudes  sin importar nacionalidades.
La naturalidad de sus gestos fuera de todo acartonamiento a lo que la Iglesia  nos tiene acostumbrados, él las dejó de lado. Rechazar el beso en el anillo como así también negarse a llevar  las obligadas  indumentarias papales,  fue un pre-anuncio que empezaba una nueva era en el trono de Pedro.
Dijo ser un pecador, activando desde ese momento un puente  de humildad donde no solo le tiende la mano  a la gente sino también tiende una mano desde el alma, para abrirse al diálogo a quien tenga necesidad de escucharlo y sentirlo cerca.

Verlo en Brasil en un Papa-móvil abierto, demuestra que carece de miedo, y que confía  en que su mensaje de amor y de paz romperá toda cadena de odio, llegando al corazón de todos y aún de aquellos que no lo han aceptado todavía.
Si hasta tomó un mate que le ofreció  un peregrino  que salió entre la multitud.

Si bien el Pontificado tiene la particularidad que el objetivo de su oficio pastoral lo conduce  a ser un maestro espiritual que bosqueja los valores y costumbres de su pueblo. Francisco dejó en claro de como desea que sea un cristiano: "es alegre, nunca triste... no puede ser un pesimista. No tiene el aspecto de quien parece estar de luto perpetuo" dijo. Es decir  el Papa no quiere que seamos los viudos de la vida.
Porque Francisco trajo luz a la Iglesia, le quitó el luto, la solemnidad, abrió sus puertas, la acercó a la gente y renovó la fe de todos.

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