lunes, 19 de mayo de 2014

EL PAÍS SOLO TENDRÁ DESARROLLO APROVECHANDO TODO EL POTENCIAL QUE TIENE EL CAMPO

El nuestro es un país bendecido por Dios y la naturaleza, pero la clase dirigente tiene muchas asignaturas pendientes; el campo es la columna vertebral de la economía y, para que pueda expresar todo su potencial es menester sacarle el corsé que lo condiciona.
Por: Aldo Norberto Bonaveri
Los productores agropecuarios argentinos tienen incorporado en sus genes la cultura del trabajo, saben disfrutar de una buena cosecha, se interesan por los avances tecnológicos que le posibilitan incrementar su producción, se esmeran en mejorar la genética de sus rodeos y, aspiran a optimizar su eficiencia; concordantemente con ello también conocen las frustraciones que les suelen deparar las condiciones climáticas adversas, las que cuando se presentan con severidad les arrebata el esfuerzo de prolongado tiempo, que muchas veces trasciende al período en que ocurrió.
Los más jóvenes se criaron y se forjaron a la actividad en un ciclo favorable en cuanto a condiciones ambientales, que hicieron más segura a la agricultura permitiendo su expansión, no obstante sus padres y más aún sus abuelos, seguramente le han trasmitido las penurias de otrora, algunas de las cuales han tenido la oportunidad de verificar en las últimas campañas en varias zonas del país, con sequías prolongadas, pero no tanto como antaño, o inundaciones que dejaron su huella.
Los incorporados en el presente siglo tienen un aliciente inédito para sus antepasados; por estos tiempos, los mercados internacionales cotizan la producción a valores constantes insospechables para sus ascendencias; al mismo tiempo, los productores actualmente están soportando una carga impositiva inédita y, padeciendo restricciones insólitas para exportar, que a la postre licúan también su rentabilidad en el mercado interno.
Producto de poner en balanza el contexto en un todo, los empresarios del agro discurren que las perspectivas de la actividad son a futuro positivas, sin dejar de considerar los obstáculos que le ponen en el camino, razón por la cual el denominador común en las distintas explotaciones los induce a ser precavidos, con la esperanza de poder desarrollar todo su potencial, cuando un próximo Gobierno esté dispuesto en aprovechar las oportunidades que el mundo ofrece, y que tanto se desperdiciaron durante la era K.
Para algún lector desprevenido estas reflexiones podrían sonar como contradictorias, en virtud de circunscribirse a datos aislados, que sin bien provienen de la realidad, muestran una faceta puntual y descontextualizada; a ello nos llevaría limitarnos en la actual cosecha de soja, que con 54 o 55 millones de toneladas, constituirá un récord nacional. Demás está decir que quien pudo buscó refugio en esta oleaginosa, aún a costa de incurrir en la inconveniencia del monocultivo o, al menos no realizar la necesaria y prescripta rotación de cultivos.
Para entender mejor el fenómeno de la soja resultó propicio observar lo ocurrido en la región. Al respecto vale tener en cuenta que en 2007 la cosecha argentina de soja fue 48.800.000 TT, en tanto que para 2013 se recolectaron 52.000.000 de TT, lo que indica un aumento de producción inferior al 7%. En el mismo período Paraguay creció un 50% y Brasil 39%.
Si ponemos bajo la lupa los números del trigo, el resultado para el mismo lapso es calamitoso, habida cuenta que de las 16.300.000 toneladas retrocedimos a 9.200.000 toneladas, lo que equivale a una caída de 43,55%. Mientras esto ocurría en el “granero del mundo”, Uruguay crecía a razón del 183% y Paraguay 63%.
Para los que se jactan enarbolando el relato de “la década ganada”, resulta pertinente hacer comparaciones; con relación a 2003 se produjeron retrocesos del 34% en girasol, 30% en trigo y cerca del 10% en carne, lo que se refleja en la merma de 10.000.000 de cabezas, el cierre de 125 frigoríficos y la pérdida de 15.000 puestos de trabajo.
Retornando al infortunio de la carne, el rubro más perjudicado por arbitrarios controles, que incluyeron irracionales prohibiciones de la exportación, de las 771.400 toneladas exportadas en 2005, en 2013 descendieron a 204.000 toneladas; lo que significó que del 3° puesto mundial de exportadores cayéramos al puesto 11°, por debajo de Brasil, Uruguay, Paraguay y México.
La producción de leche sigue poco menos que estancada desde el 2.000, el dato contrasta ostensiblemente cunado cotejamos con nuestros vecinos. En ese período Brasil tuvo un incremento del 65%, Uruguay 68% y Chile 35%. Resulta paradojal, pero corresponde señalarlo, Argentina el país con mejores condiciones naturales para la lechería, es el único en Latinoamérica, que no evidencia crecimiento.
Otro desatino de proporciones es lo que está sucediendo con el girasol, un cultivo que agronómicamente encaja justo en varias zonas marginales y que otrora supo tener protagonismo. Haberle impuesto retenciones del 32% para el grano y 30% para los subproductos, constituye una irracionalidad, que conspiró para su subsistencia. Sobre el particular cabe consignar que entre 2003 y 2006 se promediaban 2.021.667 hectáreas, en 2013 bajó a 1.480.000 hectáreas. Así como la superficie decreció un 27%, la producción descendió de 3.530.000 toneladas a 2.320.000 toneladas, ubicándola a la en la más baja en 4 décadas, con una caída del 34% en el período considerado, lo que no sólo habla de un retroceso de superficie, sino también en tecnología aplicada.
Del tobogán tampoco se salvan las economías regionales, dichas producciones mostraban su mejor comportamiento del milenio en la zafra 2007/8, cuando evidenciaban una superación tanto en superficie implantada como en producción, pero de allí en más los indicadores cayeron en casi todos los rubros, afectados por el paulatino retraso cambiario. Quizás el caso más emblemático sea el algodón, cultivo que tuvo su mejor performance en 1996 con 1.350.000 toneladas, hasta nuestros días donde los guarismos se establecen en 708.000 toneladas, el retroceso es en este caso del 48%.
Los problemas del agro se han acentuado últimamente, al punto que desde hace cuatro años desaparecen casi 1000 empresas agropecuarias por año, (información aportada por Ministerio de Trabajo de la Nación.)
Para el Grupo de Países del Sur “GPS”, Argentina aptitudes y condiciones para alcanzar en 2022 a las 154.000.000 de toneladas de granos; semejante producción agrícola no es una quimera, muy por el contrario, si se instrumentan políticas conducentes es una meta plenamente alcanzable. Empero de este análisis no podemos soslayar que en los últimos años, dicha producción ha registrado un incremento muy pausado, con retrocesos significativos en algunos años, en parte por condiciones climáticas desfavorables, pero fundamentalmente como consecuencia de los desproporcionados derechos de exportación y, demás restricciones interpuestas al comercio internacional de granos y oleaginosos.
La tremenda presión fiscal que pesa sobre el agro, solo ha sido compensada parcialmente por los excelentes precios en dólares que imperan en el mundo para los alimentos. Demasiadas incertidumbres en tiempos tan propicios, conspiran contra la adopción de la mejor tecnología y las inversiones en equipamientos, factores fundamentales para incrementar la productividad y por ende, acrecentar el ingreso de divisas que tanto necesita un país, que inusitadamente está sobrellevando un deterioro de su economía.
El cuantioso aporte en dólares efectuado por el campo en estos años, permitió no solo paliar las penurias económicas que hicieron crisis en 2001, con un escenario totalmente adverso, sino que también le fue funcional a un gobierno que dilapidó riqueza en el abultamiento desmedido del gasto público y el armado de una red propagandística, postergando inversiones indispensables como el mejoramiento de la red vial, o descuidar el autoabastecimiento energético.
El nuestro es un país bendecido por Dios y la naturaleza, pero la clase dirigente tiene muchas asignaturas pendientes; el campo es la columna vertebral de la economía y, para que pueda expresar todo su potencial es menester sacarle el corsé que lo condiciona.
Los argentinos no podemos darnos el lujo de no aprovechar al máximo toda la capacidad productiva de los fértiles suelos y, los climas propicios que forman parte del patrimonio más preciado del país; tampoco cabe soslayar la capacitación de los productores, la alta competitividad de la tecnología disponible, las grandes posibilidades de crecimiento de la agro-industria y campo propicio para darle valor agregado a la producción.
El desafío es grande, pero no por ello imposible; solo hace falta, establecer prioridades, diseñar estrategias convergentes y sobre todo la voluntad política para consensuar un proyecto de largo plazo. Seguramente el Gobierno no rectificará el rumbo, puesto que ha hecho caso omiso a todas las advertencias formuladas; hoy da la sensación que las vertientes opositoras, han tomado nota que el futuro es con el campo y nunca enfrentándose al sector. Todo se resume a la capacidad que tengan en concertar políticas de Estado.
ENVIADO POR SU AUTOR http://www.pregonagropecuario.com/cat.php?txt=5292#3fDYKEFfrMjQMtLM.99

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