jueves, 7 de enero de 2016

Si suben las naftas... ¿sube la inflación? por Iván Carrino

A partir de ayer, y luego de un acuerdo entre los representantes del sector y el gobierno nacional, las naftas subieron un 6%. El aumento, si bien afectará el bolsillo de los consumidores, no significa un incremento de la inflación.
ImageComenzaba el año 2004. Solamente ocho meses habían pasado de la asunción de Néstor Kirchner como presidente y el tema de los precios ya estaba instalado en la agenda económica. En ese entonces, el Diario Clarín informaba:
“El Gobierno y las petroleras tienen prácticamente cerrada la negociación para mantener sin variantes los precios las naftas y el gasoil hasta el 1º de marzo. El acuerdo es sólo para combustibles líquidos y no incluye el precio del gas natural comprimido (...) Este acuerdo es clave para la estabilidad de precios.”
En enero de ese año el litro de nafta súper costaba $ 1,94. Tras doce años de acuerdos de precios con el sector, el litro se fue a $ 13,8, una suba que supera el 600%. Así, queda en evidencia que los “acuerdos de precios” o las más tradicionales políticas de precios máximos no sirven para mucho.
Ahora bien, frente a la nueva suba que tuvo lugar ayer, y la que se espera que tenga lugar nuevamente en marzo, no son pocos los que temen que haya un impacto negativo en la inflación, llevándola por encima de los elevados niveles a los que los argentinos ya estamos tristemente acostumbrados.
Sin embargo, por más que una suba de las naftas tenga su efecto al incrementar el costo de vida de todos los que consumimos, directa o indirectamente, ese producto, lo cierto es que no tiene por qué inferirse que habrá mayor inflación.
Una primera aproximación al problema nos lo pueden dar los datos de la economía norteamericana. En los Estados Unidos, el precio de un galón de combustible (3,8 litros) está determinado por el libre juego de la oferta y la demanda. En este marco, a veces puede haber subas, pero también existen bajas. No obstante, el efecto sobre el resto de los precios de la economía es nulo.
En marzo del año 2010, un galón de nafta en Estados Unidos se conseguía por USD 2,74. Un año antes, el precio era de USD 1,94, por lo que la suba fue de 41,5% anual.
Sin embargo, en ese mismo período, la inflación (considerando el índice que mide todos los precios de la economía menos los de la energía, para evitar la doble medición del combustible) apenas avanzó un 1,0%, desacelerándose respecto de los aumentos que venía teniendo en los meses anteriores.
Más acá en el tiempo, mientras que en septiembre de 2014 el galón se conseguía por USD 3,35, un año más tarde el precio había caído a USD 2,28, pero la inflación se mantuvo estable en 1,9% anual.
Lo que se extrae de estos datos es que no existe relación entre el aumento de un precio determinado de la economía y la suba de la inflación. Y si bien suele afirmarse que, como el combustible es un costo de producción, su incremento será “trasladado” a los precios, eso no es lo que sucede.
Es que, si este fuera el mecanismo, ningún precio podría subir sin generar inflación, mientras que ningún precio podría bajar sin generar deflación.
En general, lo que pasa cuando hay una suba puntual dentro de la economía es que, o bien se demanda menos cantidad del bien, o bien se demanda la misma cantidad del producto en cuestión, pero se le quita demanda al resto de los bienes.
Si yo tengo $ 100 en el bolsillo, que destino siempre a comprar manzanas y bananas, tengo dos caminos alternativos para tomar si sube el precio de la manzana: o compro menos manzanas, o bien compro la misma cantidad de manzanas pero restrinjo mi consumo de bananas y, por tanto, hago caer su precio.
En concreto, si no crece la cantidad de billetes que hay en mi bolsillo, no hay posibilidad de que suban todos los precios de la economía, ya que en algún otro lugar, los precios bajarán para compensar la primera suba.
Ahora bien, lo que sucede en Argentina es muy diferente a esto. Desde el año 2010, el Banco Central emitió 510.304 millones de nuevos pesos para financiar el déficit fiscal del gobierno. Bajo la gestión de Alejandro Vanoli, la base monetaria pasó de crecer al 20% a hacerlo al 40% anual. El resultado es que en la economía sobran pesos, motivo por el cual su valor cae día a día.
Esta caída en el valor del peso la vemos reflejada todos los días en la suba sistemática y permanente de los precios de los bienes y servicios que consumimos.
En este marco, queda claro que el incremento de las naftas no es la causa del incremento de los precios, sino más bien su consecuencia. No sube la inflación porque sube el litro de súper, sino que el litro de súper sube porque vuela la inflación.
A futuro, lo mejor que puede hacerse es terminar con la inflación. Y para que esto suceda no se necesitan nuevos acuerdos de precios, sino una política monetaria razonable y un urgente ajuste del gasto público excesivo.
Un saludo, Iván
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