martes, 12 de septiembre de 2017

Los tres grandes catalizadores del oro Por Jim Rickards, desde Greenwich, CT

Fede“Los mercados caminan sonámbulos a través de la historia. Los inversores se engañan a sí mismos pensando que viven en un mundo estable. La realidad es que no ha habido tiempos más inestables que éstos desde la Segunda Guerra Mundial, y aquellos inversores que no reducen el riesgo de sus portfolios demuestran una peligrosa ignorancia por la historia.” 
Concuerdo 100% con las las palabras de Michael Lewitt en The Credit Strategist.El mundo está sumido en riesgos, por mano de la naturaleza y del hombre por igual. 
Por ejemplo, Houston –la principal ciudad dedicada al sector energético de los Estados Unidos– acaba de ser abatida por una terrible inundación. Y mientras la lluvia caía sobre suelo tejano, Corea de Norte lanzó un misil que atravesó el cielo japonés. 
Podría seguir nombrando eventos, pero tú también lees las noticias. Basta decir que en este momento el planeta está repleto de puntos de contención en los que cualquier cosa puede pasar. 
En general, cosas malas. Vivimos en un mundo repleto de riesgos. 
Hace ya dos semanas que los precios del oro escalaron hacia el nivel de los US$ 1.300, y no parece haber tregua desde entonces. Como hemos planteado en muchas ocasiones, el precio del metal crece ante la presencia de un dólar débil. 
Y estamos viviendo en un tiempo de dólar débil. 
Houston, como es bien sabido, quedó abatida por la fuerza del huracán y las inundaciones. Y lo mismo está pasando hoy en Florida. 
¿Por qué repito esto que todo el mundo dice? Porque lo que no dicen es que, históricamente, algunos desastres naturales de gran escala han causado enormes estragos económicos de largo impacto. 
Un ejemplo perfecto es el terremoto de San Francisco de 1906, causa directa de la ola de pánico de 1907. Después del desastre San Francisco quedó devastado, por lo que muchos bancos y compañías aseguradoras de todas partes, desde Nueva York a Londres, tuvieron que pagar enormes cantidades de dinero por los daños y asumir las quiebras de muchos prestatarios. 
Como resultado, la ola de pánico de 1907 consolidó un consenso político nacional y de gran escala –especialmente entre los banqueros neoyorquinos– sobre la necesidad de un banco central estadounidense basado en el concepto (para entonces) novedoso de una “divisa elástica”. 
Por decirlo de otra manera, el terremoto de San Francisco causó el nacimiento de la Reserva Federal. 
Hoy, 111 años después, como dijimos, Houston ha sufrido una destrucción similar. 
La ciudad está hecha trizas. 
Millones de personas han sido desplazadas. El daño a las propiedades –residenciales, comerciales e industriales– es inmenso. Sólo los vehículos destrozados representarán miles de millones de dólares en pérdidas. 
Ya una vez viví una inundación masiva. Vi cómo el negocio familiar fue totalmente destruido por el huracán Ivan en 2004. Casi dos metros y medio de agua en el almacén; camiones totalmente sumergidos; cada artículo del inventario, cada caja y cada bolsa fueron destruidos por el impacto. Fue una catástrofe infernal. 
Mi único consuelo era las de Nietzsche: “lo que no te mata te hace más fuerte.” 
Ahora la inundación de Houston impactó enormemente los envíos de petróleo y refinados. Gran parte del capital energético de Estados Unidos está bajo el agua; eso es un problema. Pero bueno, recordemos que no es descabellado pensar que las cosas estén peor una vez que las aguas bajen. 
Entonces será momento de limpiar y reparar lo que quedó, y saber bien la magnitud del daño. He visto estimaciones que apuntan a daños totales por US$ 200.000 millones. 
Con tales niveles de caos en Houston, es válido evaluar el potencial impacto de todo esto a nivel regional y nacional: 
No cabe duda de que, en las semanas y meses venideros, los pagos de los daños y los costos de limpieza y reparaciones para Houston tendrán un impacto en el presupuesto federal. No creo posible que en el Congreso o el Senado no aprueben alguna política relacionada a Houston, y no dudo de que Trump firme un proyecto en este sentido. 
Esta politiquería podría incluso pavimentar el camino hacia el aumento del límite de la deuda en septiembre, pero sea cual sea el caso, si hay algo que es una garantía es que la “divisa elástica” de la Fed jugará un papel importante en todo esto. A medida que se vayan repartiendo los fondos federales, las ruedas de la vasta economía estadounidense comenzarán a rodar, y todo va a tener que pagarse de una forma u otra. Mientras tanto, con la capital energética del país ocupada plenamente en reconstruir su vida, dudo que la Fed suba las tasas de interés en septiembre o diciembre. 
Paralelo a todo esto, Corea del Norte sigue jugando… 
Sus pruebas con bombas de hidrógeno provocaron un sacudón de magnitud 6,3 en la Escala Richter (el terremoto en Haití en 2010 fue 7,3) y, además, movieron fuerte los mercados: las noticias de la explosión dispararon rápidamente los precios del oro en Asia. 
Como vemos, tres factores: huracanes, bombas y, sobre todo, la Reserva Federal… 
Por ahora mantenemos nuestra posición en oro. 
Saludos, 
Jim Rickards. - El Inversor Diario

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